lunes, 30 de marzo de 2009

El escritor incomprendido.


       

Sé que no debo parar de escribir. Lo se. Se que si paro la muerte me atrapará. A veces… paro sólo para descansar mis manos, mis pobres manos… pero ya  la veo, ella se acerca… Blanca como los pétalos de loto… entonces vuelvo a escribir pero con más fuerza, y ella se aleja. Yo sabía, sabía que ella me perseguiría. Todo esto empezó cuando juré que las generaciones venideras; (las que nacerían después de los infames de la dinastía Sun) sabrían apreciarme, a diferencia de mis mediocres contemporáneos. Para castigarme  por mi irrespetuosidad, El Gran señor celeste mando  a la muerte para que me persiguiese y atosigase; aunque solo bajo condición de que me atrape cuando no escriba. Pero intuyo que no salio como pensaba… porque a veces puedo escribir cosas buenas! hasta a veces puedo descansar en un Haikou. He escrito las cosas más extrañas, más raras, más incomprensibles y las más mediocres que cualquier escritor de nuestro imperio haya podido soñar. He relatado mi vida y todos los consejos que me dieron, todos mis recuerdos.He descripto los colores del árbol del cerezo; Los lugares donde uno todavía ver un hachinoki y no volverse loco por ello… Y también los 74 usos de la planta de el te; inclusive los mortales. Todos mis amores y todos los labios que el señor celeste me permitió besar; también he escrito todas las cosas que esos labios me dijeron. A veces sólo deseo que la tinta se acabe; y que el último ideagrama quede sin terminar… Así la muerte pueda venir por mí. Sé que también podría resignarme y dejar de escribir, para que ella me tome, pero ¿qué Honor queda al entrar al infierno de los infieles (donde descansamos los escritores para la eternidad) sabiendo que me rendí? Prefiero que me tome, que me lleve con el último ideagram...


ilustraciones por Pablo Betas.

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