lunes, 20 de abril de 2009

El Dia



Había llegado ese día.

El día que tanto había temido, ese día que nadie había anunciado, en fin, ese día.

El día de hoy.

Hoy cumplía 50 años, 50 años de trabajo, de amores, de días hermosos, de días otros no tanto, 50 años de vida.

Al despertarse se preguntó qué había hecho en esos 50 años, qué cosas habían pasado, qué cosas no pasaron.

Recordó a su esposa, a sus hijos, el trabajo, su casa, sus padres.

Recordó una vieja pelota gastada que todos los días se revolcaba por una plaza de Almagro. Recordó aquel libro que lo hizo llorar. Recordó ropas que usó, sabores que probó, gente que conoció, mujeres que besó, y después de todo eso recordó quién era él.

Por un instante pudo ver de nuevo a ese, el aquel que era y que los años habían deformado, ese joven que había sido.

Le parecía otro persona, como si su cuerpo hubiera tenido a otro en su interior durante esos años.

Se levantó y fue a prepararse el desayuno.Su esposa estaba de viaje por trabajo y sus hijos hacía años habían dejado el hogar; asi que dos tostadas y el mate eran suficientes para el.

El teléfono sonó y lo atendió.

-!!Feliz cumpleaños papá!!- dijo la voz del otro lado del tubo.

Estuvo un rato largo hablando por telefono, eso lo alegró. Después se dijo que no había razón para entristecerse, después de todo, este día era otro más de sus cumpleaños.

El teléfono no paró de sonar en toda la mañana. Al parecer era alguien muy querido.

Se tomo la tarde libre.El parque le parecio un buen lugar para no aburrirse.Se la pasó viendo a las parejas y a los puestos ambulantes, hacia rato que habia oscurecido cuando decidió regresar a su casa.

….

Desde la vereda de enfrente pudo ver que había luces prendidas en su casa, agudizó el oído y escuchó voces,-Seguramente me deben estar preparando una sorpresa- se dijo.- Qué lástima que yo ya me di cuenta -pensó.

Abrió la puerta de entrada, esperando un Feliz cumpleaños.

Silencio.

Prendió las luces esperando ver a alguien, nada ni nadie se movía.

En la oscuridad, pudo ver dos figuras en el comedor, no conocía sus caras, pero sabia temerles. Se oyó un disparo y él miro su pecho, sangraba.

Las figuras salieron corriendo, cayó al suelo; el dolor del disparo lo estaba venciendo. Empezó a sentir el sudor frío, aquel del que le hablaban, ese que te traspasaba si te disparaban.

Pensó en su vida, esa obra que durante 50 años había representado como un excelente actor.

-No fue una mala vida- se dijo.

Y lentamente, sin apuro, fue cerrando los ojos.



ilustraciones por Pablo Betas.


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